7 d’abril del 2010

Ring...ring...

Ha saltado el buzón de nuevo, pero esta vez ya lo sabia y mientras cogía mi maleta y salia del taxi que me había dejado justo delante de la estación comencé a hablar:

- Me voy, te lo dije mil veces y esta es la verdad, se que ahora te has quedado petrificado con el teléfono en la mano y que posiblemente estés pensando si venir a buscarme o si volveré por mi cuenta más tarde. No voy a volver y lo más seguro es que tus intenciones de venir a buscarme queden en nada, como la mayoría de cosas entre tu y yo.

Me tome un minuto para entrar en la estación y ir caminando en dirección a la taquilla:

- Siempre me ha dado la sensación que escuchabas todo lo que te decía pero no querías entenderlo, las palabras te asustan, la realidad también, así que estuve al margen durante un tiempo, acercándome a ti tanto como podía para susurrarte todo esto, pero no lo he conseguido. Ahora te habrás sentado, atento a todo lo que te estoy diciendo, o puede que simplemente hayas colgado. Me hubiera gustado que estuvieras en el coche acelerando lo más posible por llegar a tiempo. Llegar a tiempo es algo que jamás hemos hecho tu y yo. Ni llegamos a tiempo en nuestras vidas, ni hablamos a tiempo, ni te dije que me he enamorado de ti a tiempo. Y la única palabra que quedara aquí cuando me haya subido a ese tren será: tarde.

Tuve que respirar profundamente, notaba que me quedaba sin aire y que ya no conseguía ver nada a causa de las lágrimas:

- Tengo que decirte que jamás he llorado por ti, mi orgullo me lo impedía y eso esta bien. Pero también me habría gustado llorar y que me consolaras, que vieras de verdad lo que hay dentro de mi, eso que nadie conoce y que yo muero por demostrar. Sé que soy complicada, que me enredo con las palabras y que muchas veces estanco la conversación con una metedura de pata mía. Lo más normal es que cuando eso ocurre prefiero no hablar más y me marcho de donde este. Es más fácil así. Y hoy tampoco es muy diferente, aquí me tienes al teléfono, lejos de ti y con el dedo encima del botón rojo para colgar cuando haga falta. Nunca pensé en nosotros como una pareja, ni como si fuéramos amigos. Era un nosotros.

Aparte el teléfono unos segundos y apreté fuertemente los puños:

- Ahora has cogido la chaqueta y las llaves y caminas hacia la puerta. ¿Por que todo sale como uno NO quiere? ¿Por que no lo hablamos antes? Tu te quedas sin haber sabido que te ame y yo me quedo con la duda de saber si tu me habrías correspondido. Irónico. Se nos ha vuelto en contra, ¿verdad? la ironía. Se nos ha tirado encima por cobardes.

Levanté la cabeza y vi como llegaba mi tren:

- Tengo que irme.

...

...
- Adiós.

Colgué.