2 de gener del 2011

Vuelve al camino... vuelve..

Se despertó perezosa debajo de aquel gran cerezo lleno de flores y tras echar un vistazo a su alrededor se dio cuenta de que su mochila había desaparecido.
Levantándose de un sobresalto comenzó a mirar por todos los lados, pero no conseguía avistar nada que le llamara la atención, solo campo y más campo vacío, sin ni si quiera una sola flor, y en medio de todo aquello, ella y aquel cerezo.

Aquella mochila la había comprado en una feria que viajaba por todo el mundo y que un día casualmente apareció en su ciudad. Allí los hombres eran muy altos y no miraban ese tipo de cosas, pero los niños como ella aún podían soñar con la magia y por eso los feriantes se dedicaban a hacer trucos y más trucos para estos. Entre los tenderetes la pequeña divisó una tiendecita de color turquesa donde había una señora apoyada sobre una gran barra de madera que ocupaba de lado a lado la entrada de la tienda. La niña temblorosa se acercó y sin poder pronunciar una palabra, aquella mujer empezó a hablar:
- Lo que andas buscando jovencita yo lo tengo justo aquí.
- Pero...señora... yo aún no he pedido nada. - Contestó la niña asustada, pensando que aquella mujer iba a quitarle las pocas monedas que su madre le había dado para los autos de choque.
- No, es cierto. No lo has pedido aún, pero en tu corazón lo veo facilmente. Tienes la fuerza de una guerrera pequeña y una guerrera no puede andar por el mundo sin un buen escudo.
- ¿Un escudo?¿Para mí?
- Sí, vendrán tempestades en tu vida, posiblemente batallas que tengas que librar tu sola, pero con el escudo que voy a darte, podrás vencerlo todo.
La pequeña tenía en su cabeza luchas inmensas contra dragones terroríficos que sacaban fuego por su boca, pero se sorprendió al ver como aquella señora le daba una pequeña mochila de color marrón, una libreta de flores y una pluma negra.
- Estos son tus escudos, con ellos debes luchar día a día.
- ¿Contra que podré luchar con estas cosas? Esto no vence a dragones, ni me deja luchar en mazmorras oscuras.
- No preciosa, claro que no. Pero si deja luchar contra la frialdad en la que estamos cayendo, frialdad en la que tan solo gente como tú podrá hacer que cuando alguien lea lo que tu has escrito sienta calidez en su corazón.
La niña muy confusa, sacó las monedas de su bolsillo, pero la señora sonrió y negó con la cabeza.
Cogió la mochila, la libreta de flores y la pluma negra y se marchó a casa.

Y así era como había encontrado aquel escudo que le iba a acompañar por el resto de sus días.

Fuera de este recuerdo, de nuevo en el campo, empezó a temblar y de sus ojos brotaron unas lágrimas tan espesas como el barro y sin embargo cristalinas.
- Lo he perdido, he perdido mis valores por no cuidarlos día a día.
- Eso no es cierto. - Dijo una voz muy tranquila y con leves notas agudas.
La niña empezó a mirar por todos los lados, pero no conseguía ver a nadie:
- ¿Quién anda ahí? - preguntó temerosa.
- Tú misma. - Contestó la voz.
- Eso es imposible...
- Tan imposible como haber perdido tu preciada libreta y tu pluma negra, así, sin más.
Las lágrimas seguían cayendo por la cara de la pequeña.
- Si tú eres yo, entonces debes saber que ha pasado con mis pequeños tesoros, pues tienes pinta de saber muchas cosas.
- Claro que lo sé, yo te lo diré. Te olvidaste de ellos y desaparecieron, así, sin más.
- Pero... había tenido muchas cosas que hacer y...
- Nadie va a juzgarte por ello, todo el mundo tiene cosas que hacer cada día de su vida, pero también todo el mundo decide que hacer a cada momento.
- ¿Crees que decidí no utilizar más la pluma sobre aquellas hojas de un suave dorado?
- Creo que algo hiciste mal, pues todo desapareció...
- Así, sin más. - Concluyo la niña con un tono de voz algo irritado. - ¿Cómo podré recuperarlo?
- Volviendo al camino pequeña, volviendo a tu camino.

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"A veces no los entiendo, sobretodo cuando dicen algo difrente a lo que estan pensando"
Adam.