20 de juny del 2010

Música, amor y caminos escritos.

Suena un piano detrás de mi, una melodía que yo invente hace un par de días, la niña pequeña de melena rubia esta tocándola, he empezado a dar clases, me siento bien conmigo misma. Creo.
Voy a la cocina y cojo un bote de café en polvo, lo vuelvo a dejar. Ya no sé ni lo que quiero tomar, o quizás si, quizás solo quiero tomar el mundo. La vida, los momentos.
Él estaba acostado en mi cama en el piso de arriba, habíamos pasado la noche haciendo el amor, sonreí al pensar en esto. Hacía camino de dos años que nadie del sexo masculino había estado en mi cama, ¿dos años sin sexo? no, claro que no, habían habido excepciones por supuesto, pero jamás en casa, ya tenía suficiente sintiéndome puta al llegar al umbral de la puerta, si la sensación hubiera entrado en casa me habría tenido que ir corriendo hacía otro lugar y no lo tengo.
La niña seguía tocando el piano divertida, yo la miraba y mis ojos casi deberían estar soltando estrellitas, tocaba genial.
Mi mente se va por momentos al piso de arriba, recuerda caricias y besos. Todo tan nuevo para mí. Le digo a la pequeña que ya hemos acabado por hoy, ella coge el teléfono para llamar a su madre y me da el dinero por las dos horas de clase, le doy el cuadernillo y le apunto las que quiero que se aprenda. Al poco se la llevan. Entonces me quito los zapatos y subo las escaleras descalza y como si estuviera haciendo una misión de espionaje abro la puerta de mi dormitorio y le veo allí tendido entre mis sabanas. Me vienen ganas de volver a hacerle el amor.
Espera.
¿He dicho hacer el amor? Esas palabras han salido casi solas de mi mente, vaya, amor. Me acerco y me estiro a su lado, se despierta y me sonríe, tiene una sonrisa preciosa.
- Esperaba que volverías.
- ¿Estabas despierto?
- Desde que te levantaste. - otra sonrisa.
Le miro y siento un escalofrío, podría detener el tiempo aquí mismo. Y a la vez pienso que ojala el me pidiera que lo hiciera. Dos personas y un solo pensamiento.
- Besame. - me ha dicho sin más.
Sus labios casi son un sueño, sus besos casi son imposibles de olvidar.



Dos horas más tarde, aún tendidos en la cama de golpe me miró y dijo:
- Ojala pudieras parar el tiempo ahora mismo.



Rompí a llorar.

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