26 de setembre del 2011

Cap.3 De valores perdidos.

La mirada vacia de aquellos ojos que nos cruzamos al caminar por la calle me invitan a imaginarme la vida de esas personas, quizás tengan mujer y hijos, quizás sean aventureros que no dejan de viajar de un lugar a otro, quizás viven solos en este mundo tan grande, quizás hayan sufrido o quizás rebosen de felicidad.

Y en ese camino me encuentro con un hombre, rie y me saluda en arabe, le digo que no le entiendo y aún rie más fuerte y me dice que por un momento penso que era armenia. Caminamos un poco juntos y hablamos de la vida, me pregunta si estudio y trato de explicarle de que va mi carrera, me mira serio y me dice:
- Tus estudios van sobre las personas, entonces debes hacer algo por las personas.
Y yo solo puedo sonreirle y asentir recordando la conferencia de sociología de esta mañana y me pregunto si soy capaz de luchar tal cómo él me esta pidiendo.

Recuerdo un día que pasaba con mi mejor amiga en Barcelona, dando un paseo vimos como intentaban atracar a un señor extranjero y fuí corriendo hacia allí para ayudarle, no llego a ocurrir nada, sin embargo... ¿por que no hacian lo mismo las demás personas?, ¿a caso no estaban viendo lo mismo que yo?, ¿donde estaban esas personas tan humanitarias que proclaman libertad y paz?
Lo gracioso es que después de aquello solo podían murmurar que si había sido un tipo marroquí.
Pues señores y señoras, de esa gente que englobamos en marroquí cuando ni sabemos de que país proceden, hoy ha salido un hombre diciendome que debía hacer algo por las personas.


Me pregunto en que momento hemos dejado de querernos entre nosotros, en que momento sin querer cerramos esa puerta que nos dejaba salir a ayudar a los demás y sobretodo me pregunto por que "los demás" pasaron a ser solo aquellos que se ganaban nuestra confianza.


Desearía escribir otra cosa, pero supongo que mi indignación no me deja pensar en algo que no sean estas lineas.

25 de setembre del 2011

Cap. 2 Entre bombones, flores y demás.

De todas las situaciones que las personas hemos vivido, ¿seríamos capaces de dividirlas entre agradables y no agradables?

Bien, AGRADABLE es cuando nos despertamos y lo primero que vemos es a la persona a la que queremos, es cuando reconocen que nuestro trabajo esta bien hecho, cuando nos abrazan sin motivo (por supuesto alguien que queremos que nos abrace), es cuando recibimos un aplauso, cuando sonreímos a nuestro mejor amigo/a, cuando reímos por teléfono durante horas, cuando bailamos música lenta, cuando hacemos el tonto por la calle, cuando cantamos en la ducha, cuando nos lanzamos al agua del mar, cuando vemos un amanecer, cuando se hace de noche sin apenas darnos cuenta, cuando, cuando, cuando...



Pero todos tenemos claro que lo que NO es agradable es que nos hagan daño.



Y es aquí donde empezamos a cuestionar las cosas, donde nos ponemos ese freno que nos impide saltar al vacío guiándonos tan solo por nuestros sentimientos.

¿Y hasta que punto eso es saludable?

En estos días no he parado de escuchar que las mujeres nos hacemos una serie de preguntas cada vez que conocemos a un hombre:

- ¿Sabrá hacernos feliz?

- ¿Sabrá cuidar de mi?

- ¿Será capaz de ser fiel?

- ¿Es un buen padre para mis hijos?

Debo reconocer que ante la ultima pregunta me eche un poco para atrás y mientras miraba a mi amiga con la boca abierta, ella solo podía asentir lentamente dandome a entender que la idea no era tan descabellada.

Lo cierto es que no lo era.



¿Cuantas veces no nos hemos sentido en plan "no sé que estoy haciendo aquí"? No solo mujeres, a los hombres también les pasa, oh dios si les pasa... No podía evitar pensar en las historias que me había contado mi mejor amigo sobre algunas de sus ex y yo intentaba entrelazarlas con mis fracasos amorosos, no se distanciaban demasiado.

Por otro lado también es cierto que no creo que nadie pueda contestar con un SI a todas esas preguntas, de hecho ni yo misma podría contestarlas correctamente, simplemente porque somos humanos y porque si nos hacemos felices siempre querremos serlo más, siempre pensaremos que el vecino nos cuidaría mejor, la tentación siempre estará presente y aún cuando no caigamos en ella malpensaremos sin más y porque nuestro padre siempre nos educo mejor que tal como lo hace nuestro compañero/a de vida con nuestros hijos.



Quizás deberíamos hacer un casting en el que pusiéramos a prueba:

- conversación

- grado de diversión

- practica sexual

- nivel intelectual

- capacidad de amar

Mínima nota para ser aprobado un 7'5.
Ah si, los chulitos y señoritas puton mantengase al margen.



22 de setembre del 2011

Cap. 1 Emotion.

Reconozco que me había equivocado, realmente había hecho el idiota.
Y allí estaba yo, tirada en mitad de aquella carretera con un coche que se caia a trozos y mi dignidad y voluntad siguiendole los pasos.

Suelo ser una de esas personas que viven las cosas a flor  de piel, esto tiene dos consecuencias, una buena y una mala.
La buena es la valoración de los detalles, esos que a ojos de los demás pasan por alto.
La mala es la manera que tengo para afrontar las situaciones.

Así que en medio de aquel caos automovilístico yo me debatía entre llorar o hacer como si nada y abandonar aquel trasto allí mismo.
Pero actue diferente, me quedé allí y llamé a mis padres y al colgar pensé en la dificultad de aceptar nuestros propios errores, ya no podía decir "mamá me compró esta mierda de coche, por lo tanto es su culpa", si no que había sido yo.
Yo y mis errores.
Yo y mi poca experiencia.
Yo y mi mierda de coche.

Y sorprendentemente no lloré, no lo hice al apagar el coche, ni lo hice cuando se acercó un hombre del taller H a explicarme que le pasaba a mi super carro alado, ni tampoco lo hice mientras esperaba a mi padre y a un amigo que viniera a hacerme compañia.
¿Estaba yo allí? Creo que si.
¿Que ocurría entonces?

Fue entonces cuando me di cuenta del cambio, esto era un recibimiento a la nueva vida.
La vida de: elige solo, prueba solo, recibe solo.
Madurez.

Ni si quiera estaba enfadada, no podía, de hecho no podía pronunciar nada, creo que desconecté y si en aquel momento dos personas hubieran empezado una pelea física delante mio apenas me habría dado cuenta, incluso aunque los estubiese mirando no habría alcanzado ver que pasaba.
No quería correr a casa, tampoco no queria "no estar" y a la vez estaba en todas partes, esperaba que alguien viniera y dijera:
- Hey Tamara, ya esta. Has sacado un aprobado en esto. - Reir juntos y prepararme mejor para la proxima, pero eso no iba a ser así, esto no se trata de un cursillo vital, esto es la vida y era triste pensar que todo venia provocado por mi coche.
Pero cuidado, he dicho provocado, eso no significa que sea la razón de ese "colapso" mental.

¡Hay que ver como somos las personas! En momentos así somos egoistas y nos acordamos de aquel ex que en este momento habría estado aquí, dandonos cariño, amor y más tarde (¿por que no?) un ratito de sexo para el consuelo por el mal rato.
Bien, no había novio, ni mimos, ni amor, ni mucho menos habría sexo consolatorio, al menos no con mi ex.


No sé la cara que debía tener para que el mecánico de H volviera a aparecer ofrenciendome pasar a su sala de espera donde "tranquila, hay galletas, café, agua, revistas...", solo pude decir no y gracias, despues se dio la vuelta con su amplia sonrisa y yo me quedé pensando que necesitaba saber donde se escondian esos hombres tan amables para cazar a uno y llevarmelo a casa.

Porque las mujeres tenemos eso que nos impulsa a tirar del carro, pero que si tiran con nosotras se dan 2 situaciones:
1.- O bien siempre tiran hacia donde queremos y nos damos cuenta de que esa relación no nos lleva a ningun lado pues estamos saliendo con nosotras mismas y eso podemos hacerlo sin la necesidad de ser dos.
2.- O bien esa otra mitad nos sigue y corrige cuando debe, tomando sus decisiones para hacernos seguirle también de vez en cuando y haciendonos ver su EXISTENTE personalidad y si esto ocurre, señores y señoras, habremos encontrado a la persona adecuada.

Lo malo del punto 2 es cuando esa otra persona no para de empujar el carro en contradirección, porque es cuando desencadenamos la situacion que podriamos llamar: tontos/as que circulan en una espiral de dolor y cabezoneria regada minuciosamente por amor/odio.

Y en eso, disculpad, las mujeres somos jodidamente expertas.

11 de setembre del 2011

A veces no hacen falta las palabras.

Creo que cada gesto que hacemos es tan único como general, miradas, morderse los labios, mover la nariz.... Movimientos que nos definen y a la vez transmiten lo humanos que somos con todos esos tics incontenibles y lo predecibles que podremos llegar a ser con el tiempo.

Como esa pareja que al discutir de nuevo debido a la factura de la luz, discusión en la que el la acusará a ella de todas las maquinas innecesarias que mantiene enchufadas a la corriente y ella lo acusará de tener todo el día el maldito televisor encendido, el cerrará los puños en un acto de rabia y ella arqueará la ceja con toda la ironía que la caracteriza y finalmente el silencio llenara el salón y esa discusión solo será un eco lejano.

Pero lo sabían.

Ella sabía que el cerraría los puños por rabia y él sabía que ella se pondría irónica y arquearía la ceja.

Y sabían todo esto cómo yo sabía que aquel día sería el último que le vería, demasiado amor, demasiada atención y lejanía a la vez, pero sobretodo lo sabía porque él me había acariciado la rodilla.

Dicho de este modo suena a tontería, pero no lo era, ese gesto me había dicho en su escaso tiempo, que él no estaba interesado en mi, que todo aquello había sido un error y que esa sería la última vez que nos abrazaríamos en aquel jardín.

Así que hice lo único que podía hacer en una situación como esa, aprovecharla al máximo.

Un par de horas más tarde, el ya me había dejado y yo caminaba llorando por los callejones que llegaban a casa, era triste verme de aquel modo, cómo si fuera una muerta andante a quien le había abandonado lo que más anhelaba.

Pero, ¿era eso cierto?

Si, había luchado muchísimo por aquella persona, por todos los momentos vividos y había perdido cosas para no perderle a el en su lugar, pero, ¿era él lo que más anhelaba de verdad?

Recordé entonces una tarde de verano en la que habíamos salido a tomar algo, nada especial, tan solo un par de copas de helado sentados en una terraza cualquiera, pero fue entonces cuando vi aquella mirada (otra vez estos gestos que nos delatan), la mirada de quien se ha cansado de ver la misma cara todos los días de su vida.

- ¿Eres feliz? - me atreví a preguntarle.

- Ya estas con tus preguntas raras... - como siempre él intentaba esquivar esas preguntas.

- Responde.

- Estoy normal, ni feliz ni infeliz, podría tener un millón en el banco, una casa enorme y no tener que trabajar nunca más y quizás sería más feliz, pero yo que se... - deje de escucharle, lo que decía ya había respondido a mi pregunta.

Porque todo el mundo que ama sabe de corazón que lo que más anhelamos es ser correspondidos, amados de igual modo o simplemente anhelamos sinceridad desde el corazón.

Así que mientras llegaba a casa con la cara empapada de lágrimas me dí cuenta, que volvería a querer con más fuerza de nuevo, eso sí, esta vez atendiendo a todos los gestos y siendo sincera con sus significados.